Capítulo 1
Continúo deslizando los dedos sobre las teclas del piano al tiempo que cierro mis ojos, satisfecha con el sonido que escucho. Tocar la canción Canon de Johann Pachelbel es un gusto que demanda ser sentido cada mañana al despertar.
Amo venir aquí y hacer un dueto con mi piano, o con mi violín, la verdad es que no puedo decidir entre los dos. Lo bueno es que no tengo que hacerlo, la música igual me hace sentir todo más vívido.
Es como si las paredes de la sala se vieran más azules, la ligera brisa que entra por la ventana se sintiera más fresca, y el canto mañanero de las aves junto con la melodía que toco hace que todo sea perfecto. Como si se complementaran entre sí para juntos crear algo hermoso. Y yo soy parte de ello.
Cuando toco no siento que solo estoy yo, al contrario, siento que forma parte de algo tan grande que ni siquiera se puede explicar con palabras.
Son estos momentos los que más atesoro, porque a pesar de estar sola, puedo ser yo misma, dejar de fingir, y sentir que por fin soy parte de algo especial que realmente quiero, hago algo por voluntad propia...son estos momentos en los que realmente soy libre.
-¡Rouseline Jones, deja ya ese ruido! – Grita mi madre desde el segundo piso.
Y es así como en menos de un minuto, mi libertad se desvanece.
Alejo mis dedos bruscamente del piano, suspirando con cierta frustración, tragando fuerte para llevar lejos la impotencia. Así es mi vida, tengo que cumplir órdenes, todo el tiempo. Si mis padres me ordenan algo yo debo hacerlo. Si escriben una lista de reglas yo debo seguirlas al pie de la letra. Si me prohíben algo no debo anteponerme ante ello. Si ellos tienen planes y expectativas para mí...yo debo cumplirlos sin rechistar.
Me levanto del banquillo del piano, y con la espalda recta, cabeza en alto, salgo de mi sala de música, cerrando silenciosamente la puerta tras de mí. Camino hasta la puerta de roble blanco que hay enfrente, y entro en mi habitación, volviendo a cerrar la puerta lo más silencioso que puedo.
Cuando me dirijo a la cama, pierdo el equilibrio inesperadamente, y me agarro rápidamente de la pared para no caerme. Que extraño, hacía tiempo que esto ya no me sucedía...
-¡Rouseline, apresúrate o llegarás tarde a la escuela! – Me grita mamá.
El año pasado intenté contar las veces en que me gritaba órdenes en un día, y solo puedo decir que dejé de contar cuando llegué a las decimosegunda vez.
Ignoro la perdida de equilibrio mientras me ocupo de cambiarme el pijama por la muda de ropa que preparé anoche perfectamente planchada que había dejado sobre la silla. En estos momentos, actúo tan rígida como un robot.
Me visto lo más rápido que puedo, y frente al espejo de cuerpo entero arreglo mi oscuro cabello en un peinado de corona de trenzas cuidando de no dejar ningún mechón mal puesto.
-¡Rouseline! ¡¿Qué en el mundo puede estar tomándote tanto tiempo, niña?! – Mi madre irrumpe en mi habitación sin siquiera tocar antes, como hace siempre. La observo desde el reflejo del espejo. Me da una mirada llena de incredulidad y disgusto. - ¿Qué haces de pie frente al espejo paralizada como una tonta?
Le doy la espalda al espejo para verla directamente.
-Eh...Yo... – Tartamudeo y me maldigo mentalmente.
Mi madre odia que tartamudee.
-Deja de tartamudear. – Me ordena en tono firme y los ojos fríos.- Sabes bien que odio cuando haces eso. Pareces idiota.- Se mira en el espejo de cuerpo entero que hay detrás de mí, buscando cualquier imperfección en su atuendo.- Charles te llevará a la escuela. Apresúrate. Sabes perfectamente que no debes llegar tarde.
-Sí, madre.
Tomo mi bolso Gucci de mi cama y salgo fuera de mi habitación, no sin antes oírla decir:
-Recuerda que más tarde tienes clases de Protocolo. A ver si aterrizas en la Tierra y dejas de ser tan despistada.
La ignoro y desciendo por las largas escaleras de caracol rápidamente. Salgo al exterior y subo al asiento del copiloto del Jaguar XJ75 color plateado de Charles, que ya está encendido.
-Hola, hermanita. ¿Te molestaría si pasamos primero por Starbucks? Realmente necesito un café... - Charles se incorpora a la carretera con una velocidad y elegancia digna de un conductor de carreras, y con un último ronroneo del motor, nos dirigimos con gran velocidad hacía el café más cercano.
No me sorprenden sus ansias por café, se volvió adicto a él hace tres años cuando inició la universidad y desde entonces no ha podido dejarlo.
Abrazo mi bolso contra mi pecho fuertemente y miro por la ventana, contemplando como las demás casas del vecindario se hacen borrosas y las dejamos rápidamente atrás.
-Oye ¿Te gustaría que te compre un café? ¿Aún sigue siendo tu preferido el de chocolate con caramelo y malvaviscos? Sinceramente, no sé cómo puedes beber esa atrocidad. Con solo verlo me salen caries - Suelta una carcajada antes de voltear por primera vez hacia mí y notar mi estado de ánimo – Moon-bee, ¿Qué tienes?
Moon-bee es abreviatura de Moonlight Sonata Mvt. 3, de Beethoven. Empezó a llamarme así desde que a los 11 años, cuando en mi último y treintavo intento me frustré tocando esa canción en el piano y tiré todo por la borda, rindiéndome y maldiciendo por primera vez, gritando a los cuatro vientos que nunca lograría tocar esa canción. Y desde entonces solo lo he intentado una vez más: El año pasado, teniendo exactamente el mismo desagradable final que las veces anteriores. Crudo y feo fracaso.
Eso ha sido la única cosa en la que he fallado en mi vida. Lo peor es que es un fallo en mi música, no en algo que mis padres quieran, y eso sólo lo hace aún más personal.
-Yo de mal humor, y tú vienes y me llamas así. – Dejo de mirar por la ventana para captar su sonrisa ladeada. – Sabes bien que no me gusta que me llames así.
-¿Por qué? ¿Por qué es en lo único que la Señorita Perfecta fracasó? – Pregunta con ironía, haciéndome cosquillas con la mano que tiene libre.
Sus palabras podrían sonar duras para cualquiera, pero entiendo a mi hermano, nos entendemos mutuamente; Yo soy la Señorita Perfecta, el orgullo de la familia, la que siempre cumple con las expectativas, y él es el Señor Decepción, él que tuvo el coraje de tomar por si solo las elecciones de su propia vida sin importar los sermones y miradas de desagrado que mis padres le dan constantemente. Lo veas, como lo veas, ambas partes tienen sus altibajos.
Lo que él no sabe, y por mi parte nunca sabrá, es que siempre hubo una punzada de envidia dentro de mí por su libertad.
-Algo así. – Susurro.
-Sabes que no lo digo para herirte ¿verdad? – Me da una breve mirada de preocupación antes de volver a mirar la carretera.
-Claro, así como tú sabes que eres un tonto ¿verdad, Charlie? – Pregunto, nombrándolo por el apodo por el que sólo yo puedo llamarlo.
¿Entienden? Charles. Charlie...
Vale, lo admito, no soy creativa para los apodos.
Lanza una carcajada, haciéndome cosquillas con una mano, manteniendo la otra en el volante.
-Que bueno que tenemos las cosas claras.
Cuando llegamos a Starbucks, Charlie sale del auto para ir a la tienda a comprar su café. Sonrío cuando minutos después, sale por las puertas dobles de vidrio con dos cafés en ambas manos. Apuesto que se coleó en la cola para pagar.
-Un moka con caramelo, extra chocolate y malvaviscos, para mi hermosa Moon-Bee. – Canta al entrar al auto.
-Muchas gracias, Memo. – Sonrío tomando el Moka que me ofrece, y bebo un gran trago, saboreando el paraíso.
Esto es otra de las cosas que atesoro. Mis padres nunca aprobarían tal bebida, porque lleva demasiado azúcar y una señorita debe cuidar sus dientes y bla, bla, bla, pero a mi me encanta...y además, ellos no tienen por qué saberlo.
-Sabes, estaba pensando que podrías pasar el verano conmigo en mi apartamento. Sé que aún faltan dos meses, y que papá y mamá no estarán de acuerdo con ello- Pone los ojos en blanco. - Pero eres mi hermana y hace siglos que no convivimos sólo nosotros. Ya verás que los convenceré, aunque debo advertirte que cuando regreses, seguro te acosaran como siempre, tal vez hasta peor. – Sonríe en broma.
Yo no puedo evitar devolverle la sonrisa.
Adoro a mi hermano. No sé cómo podría no hacerlo, tengo mis razones, cada día tengo más y más. Nunca está esperando nada de mí. Si fracaso en algo, se burla de ello de una forma amable, y me incentiva a seguir intentándolo cuando yo quiera.
No hay expectativas. No hay exigencias. Sólo tranquilidad.
****
-¿Seguro que no puedes quedarte otra semana más?- Le pregunto, con los hombros caídos y haciendo cara de cachorrito.
-Lo siento, Moon-bee. Tengo demasiados proyectos encima, además que ya he estado dos semanas lejos de casa, Sam terminará por dejarme si falto más tiempo.- Me sonríe con pesar.
-Eso es imposible, esa chica te adora. – Suelto un suspiro y me cuelgo mi bolso al hombro- Prométeme, al menos, que realmente hablaras con nuestros padres sobre pasar las vacaciones contigo.
-Te lo prometo. – Dice sin pensar. Se inclina hacia mí y besa mi frente.- Cuídate, Ro, y no permitas que ese tal Oliver se te acerque más de la cuenta.- Su rostro se pone serio.
-Es mi novio, Charlie. Me temo que eso ya no es posible.- Río por su repentino ataque sobre-protector de hermano mayor.
-Uf, ya me estoy arrepintiendo de tener que irme.- Frunce el ceño y yo río más fuerte.
-Debo irme, pronto sonará el timbre.- Abro la puerta y salgo.- Te quiero, Charlie.
- Y yo a ti, Moon-Bee- Lo oigo gritar antes de cerrar la puerta.
Me despido con la mano cuando arranca el auto y sale del aparcamiento, viendo su auto desaparecer por el pavimento. No lo volveré a ver hasta quien sabe cuando. Charlie odia venir de visita a causa de mis padres quienes no dejan de reprocharle cada segundo que es una vergüenza para la familia por no haber estudiado Derecho y en su lugar estudiar algo tan "mediocre" como Bellas Artes. (Sus palabras, no las mías)
-¡Hey, Rouseline! – Me llama Elizabeth, caminando hasta llegar a donde estoy. - ¿Ese era Charles?
-Sí.- Respondo en un susurro. – Hola, Lizzie.
Camino hasta la entrada del instituto, entrando en los largos pasillos para dirigirme a mi primera clase. Los demás estudiante pasando a mí alrededor, muchos saludándonos a Lizzie y a mí en el proceso.
-¿Qué tal tu fin de semana?- Pregunta Lizzie, caminando a mi lado, distraídamente peina su pelirroja cabellera con sus dedos.
-Bien. El sábado tuve mi última clase de equitación. Finalmente podré ayudar con los paseos de caballos en los establos de papá.
-Eso suena genial. Ahora podrás visitar a Iris siempre que quieras.
- Sí, estaba pensando que tal vez podría ir todos los fines de semana al campo y ayudar con los caballos, al parecer un grupo de niños con discapacidades irán por terapias gratis. No creo que mis padres se nieguen, es buen visto para la universidad si hago trabajo comunitario. – Sonrío ante tal pensamiento- ¿Y tú, Lizzie? ¿Cómo estuvo tu fin de semana?
Sus ojos se iluminan, abriendo la boca para empezar a relatar con detalle su excitante fin de semana, pero antes de que pueda pronunciar palabra un brazo de enlaza a su cintura y Brandon Murray planta un beso en sus sorprendidos labios.
Segundos después, Oliver Meyer hace exactamente lo mismo conmigo.
-Hola, dulzura, te extrañé.- Susurra en mi oído.
Aunque por un momento sonó más lejano de lo habitual, como si estuviera hablándome con la boca tapada. Tal vez tengo algo en el oído y por eso no lo oí bien, sí, debe ser eso.
Ignoro esto y planto una sonrisa falsa en mis labios, volteo para ver a Charlotte acercándose a nosotros.
-Hey, Rouseline. Escuché que Charlie te trajo a la escuela. – Anuncia, con un brillo de envidia en sus ojos. - ¿Vendrá para el partido de mañana?
Me tenso al oírla llamarlo por su sobrenombre. A Charlie no le gusta que lo llamen así, solo yo.
-No. Regresó al centro de Jacksonville. No vendrá por un tiempo, regresó junto a Samantha, su novia. – Recalco la última palabra más de lo necesario.
Charlotte abre los ojos como platos con una mueca de horror, ignorando por completo el nombre de Sam.
-¡No me digas que es cierto que regresará al sur de California! – Me toma del brazo mientras palidece.- Pero si ya a estado mucho tiempo lejos.- Susurra, sus ojos se llenan de lágrimas.
-A Orange County. – Asiento, liberando mi brazo y apretujándome al costado de Oliver, prefiero su tacto antes que el de Charlotte.- Venga, vamos a clases. Llegaremos tarde.
Los pasillos estaban casi desiertos. Nos despedimos y nos dirigimos cada uno a su respectivo salón.
Yo voy con Lizzie y Oliver a clases de Literatura. Todos en el salón se voltean a vernos cuando entramos, pero por supuesto, no prestamos atención. Me siento en el primer asiento junto a la ventana, Lizzie en la silla a mi lado, y Oliver al final de la fila, con sus amigos de futbol.
-¿Es mi imaginación o Charlotte esta más que un poco obsesionada con Charles?- Me pregunta Lizzie, alzando una ceja y el atisbo de una sonrisa en sus labios pintados de rojo.
-No es tu imaginación. Está enamorada de él desde que tengo memoria. Pensé que su enamoramiento se apaciguaría con el tiempo, pero...creo que más bien ha aumentado. Incluso sabiendo que tiene novia. – Saco mi libreta y una pluma de mi bolso.
-Ja. Esa chica necesita saber que hay límites. – Murmura, sacando también sus cosas.
Me encojo de hombros, y miro por la ventana. Tal vez Charlie sí pueda convencer a mis padres sobre pasar las vacaciones con él...
Já, y los cerdos vuelan.
- Muy bien, jóvenes. Hoy empezaremos haciendo un informe de más de 10.000 mil palabras sobre Lo que el Viento se Llevó.- Anuncia el profesor Robinson, entrando y sin siquiera echarnos una mirada. Pone su maletín sobre el escritorio y nos señala con un dedo acusador.- Y cuidado, sabré si se lo están inventando o escribiendo de la película y no del libro.
Elizabeth pone los ojos en blanco a mi lado y empieza a escribir. Me río bajito y me enfoco en mi papel. El año pasado Lizzie casi fue expulsada de la clase de literatura por hacer un informe de tres páginas con pura palabrería de la película de La letra escarlata, y aunque no fue la gran cosa, el señor Robinson lo convirtió en un gran escándalo haciéndola usar la letra "A" en rojo sobre su camisa cada vez que entrara a clase. Digamos que el señor Robinson no te deja olvidar jamás los errores que cometes con él.
Desde entonces, todos tienen la prudencia de leer al menos un buen resumen en Internet del libro...O chantajear a alguien más que para que lea el libro y haga el informe en tu lugar.
Yo podría ser una de esas pocas personas que realmente leen el libro, me gusta leer, pero no tengo tiempo para ello, mis escasos tiempos libres los dedico a la música, por ello anoche me acosté de madrugada implorándole a Taylor que me ayudara con mi informe contándome un resumen con lujo de detalles del libro.
¡Dios bendiga a los amigos que te hacen la tarea! Después de clases, buscaré deprisa a Tay para regalarle un Donuts de chocolate como agradecimiento, sé que son sus favoritos.
La clase termina más rápido de lo esperado, guardo mis cosas en mi mochila y me encamino a la salida del salón junto a Lizzie, quedamos en reunirnos hoy con Tay en mi casillero.
-Realmente no entiendo por qué insistes en que Tay se siente con nosotros en las horas libres.- Refunfuña Lizzie a mi lado.
-Venga, es tu hermano, deberían de llevarse bien.- Sonrío a mi pesar. - ¿Se han peleado de nuevo?
-No todos tenemos una hermosa y unida relación con nuestros hermanos, Ro. – Frunce su ceño y hace un puchero- A veces hasta me pregunto cómo nuestra madre lo aguanta.
-¡Pero si Tay es un amor! - Exclamo, dirigiéndole una mirada perpleja.
-¡Ja! Yo también pensé eso, hasta que una mañana desperté con mi cabello teñido de púrpura y las palabras "Soy un teletubbies" escrito en mi frente con marcador permanente.- Entrecierra los ojos ante el recuerdo.- Ahí inició la guerra.
Río a carcajadas al recordar ese día: Lizzie no vino a clases por una semana hasta que encontró la forma de regresar su cabello a su color rojo original. Los hermanos han tenido una guerra de bromas desde entonces.
-Pero si eso fue hace más de tres años- Le recuerdo.- La guerra inició desde hace demasiado tiempo y hoy día aun la continúan. Alguno de los dos tendrá que rendirse si quieren la paz.
-La venganza es algo que jamás se olvida.- Exclama Lizzie con un aire dramático.- Además, no seré yo la primera en dar su brazo a torcer.
-Tampoco yo, joven hermana.- Anuncia Taylor, tomándonos por sorpresa a las dos.
No me había dado cuenta en qué momento habíamos llegamos hasta mi casillero, supongo que hablar mientras caminas hace que el tiempo se te pase realmente rápido.
Los dos hermanos se dirigen mutuamente miradas desafiantes, me pongo en el medio de ambos para romper la tensión. ¿Mencioné que son gemelos?
-Tay, gracias por ayudarme con mi ensayo de Lo que el viento se Llevó, sin ti estoy segura que habría reprobado.- Digo, sonriendo.
-Descuida, Ro. A ti con gusto te ayudo.- Él me devolvió la sonrisa.
-¿Qué hay de mí? ¡Yo soy tu hermana! Deberías ayudarme.- Exclama Lizzie, indignada.
-Claro que podría ayudarte, siempre y cuanto pagues el precio que pida a cambio.
-¡No lavaré tu ropa interior!
-Entonces sufre con tus malas calificaciones.- Tay se encogió de hombros, indiferente ante las quejas de su hermana.
-Basta, chicos, dejen de pelear. .Intervine- Deben poner de su parte para terminar ya con esa "guerra" que tienen los dos. No les caerá del cielo una nueva alianza y...
-¡Cuidado!- Gritó alguien detrás de mí.
Justo antes de sentir un fuerte golpe en mi cabeza, y que todo se volviera negro.
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En vista de que el capitulo es bastante largo, pensé en pasar los otros hasta la mitad, y que lo siguieran leyendo en wattpad. ¿Que opinan?
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